Si nos ponemos estrictos,
deberíamos decir que los únicos platos judíos auténticos, no compartidos con
otros pueblos y que harían teóricamente a una Cuisine judía son el matze, el
jaroset y elcholent y su equivalente sefaradí: el hamin.
Pero no podemos negarle identidad
judía al gehakte leiber, simplemente porque no sea un plato comido por todos
los judíos del mundo.
Los blintzes nacieron en Rusia,
adonde se los llama blinis o blinchiki, palabra que viene del ucraniano
mlynets, de mil (moler) hace siglos, y se comían principalmente al final de
invierno, invocando con su forma redonda el sol, ausente durante meses. Pero
los judíos, quienes bienvenimos al verano comiéndolos enShavuot, aunque Tevie
diga que no sabe porqué, y que los comemos sólo por tradición, los adoptamos y
adaptamos hace tanto tiempo que podemos llamarlos un plato propio.
Tomando la mayoría ashkenazi,
nosotros, los descendientes de aquellos primigenios judíos europeos que se
asentaron originalmente en el que hoy es Francia y Alemania y que luego
emigraron a Polonia, a Rusia, al Báltico y a Europa central, encontramos una
cocina que no puede llamarse precisamente homogénea en la que conviven y
contrastan los guisos húngaros llenos de páprika picante con los platos dulces
polacos: tzimmes, miel, pasas, ciruelas, damascos. (Anécdota frontera
ruso-polaca, Mijail Litvinov)
La mayoría de los ashkenazim
venimos de climas fríos y cocinamos con productos típicos de esas tierras:
remolachas, zanahorias, papas, repollo. Pocos teníamos acceso al mar (ishkraiot)
de modo que desarrollamos un gusto especial por los pescados de agua dulce.
Las técnicas de cocina, nacidas
en los conceptos religiosos, unen a las cocinas judías del mundo.